Los caballeros lucharon en las justas y los juegos por hacerse un hueco junto al rey

Alonso de Fuenmayor le dio ayer una alegría a Diego de Marcilla en el día más aciago de su amigo al ganar el torneo medieval en su nombre, convirtiéndose así en el caballero que acompañará a las huestes del rey Jaime I a la guerra. Los caballeros lucharon en la plaza de toros para demostrar su destreza en los juegos y las justas, pero tuvieron que combatir también el frío y el viento que puso las cosas bastante difíciles a los afanados actores, jinetes y escuderos, y también al público que animaba a sus favoritos.

La organización y los caballeros del grupo La Mesnada Real de Teruel, que encarnaban a los caballeros y escuderos, temían ayer por la representación minutos antes del comienzo, porque el tiempo no acompañaba e incluso el viento derribó algunas de las estructuras preparadas para los juegos. Pero finalmente, con mucho oficio y profesionalidad, actores y jinetes ocuparon sus puestos y animaron un torneo que nadie diría que está realizado por actores aficionados. La explicación se encuentra en las horas de ensayo que se traducen en una gran destreza para manejar a los caballos y conseguir guiarles para cortar las lechugas con la espada como si de cabezas de enemigos se trataran o conseguir coger con sus lanzas unas anillas mientras recorrían la plaza al galope.

«A lo mejor desde el público parece fácil pero no lo es, es necesaria mucha astucia y destreza», contaba uno de los caballeros poco antes de que se iniciara el torneo. El comienzo lo pusieron un grupo de 30 jóvenes que danzaron al estilo medieval y después los caballeros impresionaron en su desfile con sus trajes y las hechuras de sus monturas. En este desfile participaron también los caballeros templarios de Monzón, que este año se incorporaban a la representación como escolta del rey Jaime I y mostraron también su toque templario.

Comentaristas y jurado

Precisamente el pequeño monarca era uno de los nobles que presenciaban el torneo desde un lugar destacado, junto a su primo Ramón Berenguer. Ambos jóvenes soportaban estoicos el frío mientras que el resto de actores que les acompañaban animaban con sus comentarios, muchas veces interesados, sobre uno u otro caballero. Entre ellos estaba Pedro de Azagra y el propio tenente, que representaban un tenso enfrentamiento recurrente con Alonso mientras favorecían a Guillermo I el rico.

Estos caballeros compartían el coso con otros personajes sacados de señoríos de la época, de Teruel y de lugares cercanos, tal y como explicaba Mapi Hernando, de la Fundación?Bodas de Isabel, como Mataleón de Frescano o el que representaba a HiperSimply, la empresa turolense que patrocina el evento desde hace 13 años.

Como ganador, Alonso fue quien se llevó dos caballos blancos de pura sangre que arrancaron en sus intervenciones los aplausos del público, al cabalgar juntos guiados por un joven jinete a lomos de ambos, con una destreza que impresionó al público.

Pero también se incluían personajes como los acróbatas Amin y Amina que entretenían también al público o Lazarico de Castralvo, un joven ambicioso con ganas de ir a la guerra que pedía al rey un caballo y una espada: «Soy joven pero no soy tonto», decía a quienes le reprochaban que fuera a la contienda con una azada o con la herramienta que pudiera permitirse.

Cuando juglares y trovadores reían con los «chismes de alcoba»

Entre el centenar de actos que componen el programa de Las Bodas de Isabel, es posible encontrar representaciones que nos recuerdan cómo podían ser momentos cotidianos del medievo y que no distan tanto del día a día actual. En la plaza de la catedral y la del Torico juglares, trovadores, heraldos y actores contaban historias ayer historias y romances y comentaban entre chanzas y reproches los «chismes de alcoba» igual que ahora llenan minutos de televisión en programas de marujeo.?Estos tertulianos del siglo XIII relataban con la espontaneidad y el entusiasmo propios de los actores aficionados y la profesionalidad del que está a gusto con lo que hace historias que arrancaban la sonrisa y el aplauso entre los numerosos turistas, a pesar de las nubes que traían ocasionales gotas de lluvia.

En la recreación de heraldos, juglares, trovadores y otras gentes de mal vivir algo más de una docena de actores se enfrentaban por ser los que más sabían sobre la vida en la Corte o en la ciudad, al tiempo que se enfrentaban porque Teruel no es un «villorrio» ni una «villa estrafalaria» como ayer se reprochaban entre risas sobre el escenario.

No faltaron guiños muy familiares para el público como un «Yo por Isabel, mue-ro», con una entonación que recordaba a croquetas y pollo, ni carteles publicitarios a modo de avance a pie de televisor. Todo un ejercicio de imaginación e ingenio.

Fuente: Diario de Teruel